martes, 25 de octubre de 2011

Reconstrucción de los hechos

RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS.

            La casa de los Rodríguez, situada entre pequeños poblados, montañas y uno que otro llano abierto, fue construida por árabes en 1952 aproximadamente. El entonces presidente de México, Miguel Alemán Valdés, convocó públicamente a los principales periódicos del país a un banquete para celebrar el 35 aniversario de la libertad de prensa. Un pequeño arribo de periodistas capitalinos dio presencia en la Sierra Norte de Puebla (lugar donde se encuentra dicha casa) para informar a Don Grifano Hasam sobre la apertura de un periódico de vanguardia, “El Farol”.

            Para ese tiempo el excelsior y el universal eran los principales periódicos de difusión nacional. Dicha apertura, engendrada desde 1917 con la constitución, podía alentar la objetividad en los medios de información, para desgracia de los lectores, se dio por enterado con el paso de los años que cierta consolidación quedaría para la espera.

            Los periodistas capitalinos iban en busca de un experto en su ramo. Alguien que orientara su corta experiencia y expectativas a la vez. Grifano Hasam tenía larga trayectoria, desde artículos hasta entrevistas con líderes importantes. Su último libro: “la conquista de una prensa”, vetado por cierto, despertó interés entre escritores por su persona. Tuve la oportunidad de leerlo y más que agresivo, me pareció inusitado. Temas como la caricatura y el reportaje postporfirista me permitieron halagarlo por largo rato.

            Al llegar a la inmensa casa de tejas y enormes tablones, los jóvenes informantes notaron la presencia de dos pichones; uno en cada esquina, firmes, sin reacción de huída e inmutación de estancia.

            Después de numerosos toquidos, Grifano abrió la puerta, la buena y cordial atención no fue tomada en cuenta, pues el afán con que los jóvenes visitaban a tan experimentado señor se encontraba internado en la ilusión, tal principio alentaba  la desesperación de los presentes, que ni siquiera las decoraciones almorávides los inquietaron, la prisa suplía cualquier tipo de sensibilidad “vinimos a hablar y a convencer”.

            -Don Grifano Hasam, disculpe la molestia de nuestra visita, pero, ha de saber que el presidente Miguel Alemán acaba de dar  licencia para iniciarnos en el camino de la comunicación, por lo cual pretendemos que usted nos ayude a colaborar con la creación de un periódico.

            Conforme uno de los jóvenes de acento golpeado soltaba infinidad de palabras por minuto, Grifano sólo reía monologando: -“pobres idiotas, no saben lo que dicen, no tienen idea histórica y social de lo que representa encerrarse en la vida de un periodista”.

            -Escuchen dijo Grifano no quiero ser grosero, pero desde que estuve en Francia trabajando para los peregrinos parisinos durante la segunda guerra mundial, lo único que han recibido mis sentidos son noticias de volcaduras humanas. No quiero saber algo que tenga que ver con su dichosa innovación comunicativa. Entiéndalo, para mí acabó todo desde que mis familiares fueron asesinados por nazis. A partir de la sobrevaloración del ser humano, mi conciencia no puede ser franca con la moral que impera en nuestros tiempos. Eso de iniciar un proyecto para el “bien de la comunidad” sería un juego, como una aventura en busca de recordar lo sepultado. Piensen en otra persona, yo no les puedo ayudar.

            Los cinco jóvenes inquietos lo tomaron a ofensa. Dos de ellos, por cierto miembros del frente comunista, respondieron con injurias: “Maldito arcaico de ideas marchitas, frustrado, bolillo existencialista.” Juan y Nepomuceno, sólo movieron la cabeza en señal de resignación. El quinto, Andrés, hijo de un exmilitar revolucionario combatiente de las fuerzas de oriente comandadas por Cándido Aguilar, aficionado a las lecturas de Azorín y un tanto descontrolado en cuanto a sus emociones, sacó una pistola cilindro, herencia de su padre.

            -¡Si no desea cooperar con nosotros, entonces será para nadie! Me siento decepcionado de usted, lo siento por su fama, después de probar la forjadita con que mi padre mató a Higinio Castillo, ¡toda su vida se irá a la mierda!

            El estupor con que se llenó la sala quedaría paralizado para  la historia de los seres que no la registraron. A partir de ese momento, ningún recuerdo quedaría, del otro lado, los pichones permanecerían satisfechos de su labor como gárgolas.

            En 1981 el país vivía momentos de crisis, la política petroptimista y de monocultivo del presidente López Portillo fracasa, el precio del petróleo se viene abajo y la ciudad de México comienza a llenarse de campesinos, desempleados, gente de otros estados y uno que otro despistado. Mientras, la vieja casa es adquirida por un político perseguido por el pasado. Su nombre: Rogelio Espinosa; soltero, homosexual, alcohólico de 35 años. Su pasado: violaciones a menores de edad, desvío de capital y malversación de estados de cuenta pública, todo protegido por su viejo amante Francisco Jiménez. Su estado actual: rico, desesperado y frustrado, asediado por los súbditos sanguinarios del “negro” Durazo, quien tanto tiempo fustigó al séquito de cocodrilos rosas, o mejor dicho, a los comúnmente llamaba “funcionarios de nalga suelta”.

            Duró 4 meses y una noche en la casa. Eran las 7:30 p.m., cuando un grupo de  agentes secretos vestidos de “guijarros negros” sorprendieron a Espinosa forzando a un púber de 15 años contra la alfombra color violeta que circundaba la estatua de Venus que adoraba el seudohermafrodita. “Vamos chamaco, tienes que darme más, aún no me vengo y ya estás llorando como marica”. Apenas y terminaba de eyacular Espinosa en la cabellera del púber cuando los agentes comenzaron violar al ex - funcionario. Le curtieron la piel, le cortaron los dedos de los pies, le levantaron la uñas de la mano izquierda y posteriormente lo degollaron.

            La casa seguía llenándose de pichones y una que otra paloma. Permanecía igual, como si la esperanza no fuera una razón para recordar el pasado. Una familia de inmigrantes palestinos decide viajar a México en busca de oportunidades de trabajo y estabilidad religiosa. Se sitúan en Tulanciango Hidalgo, de ahí en adelante a progresar, porque el pan no llega pidiéndole a dios, sino a los hombres que te dan trabajo. Dicha concepción la adquirieron con la dureza de la vida, sabían que la hambruna, fuese corta o extensa, se calmaba por medio de la actividad laboral y no levítica.

            Los cónyuges Adán y Adad - Hesi Asari, junto con sus hijos Limari y Efés, empiezan una nueva vida. En 3 años lograron subir de pobres a clase media y así sucesivamente. Al morir los padres de Limari y Efés, toda la fortuna pasa a sus manos. Para ese entonces, Limari era exitosa en la cocina y Efés en el comercio respectivamente. Se van por un periodo de  7 años a Guadalajara, lugar donde procrean 3 hijos: Cristal, Jadeo y Simar. Los dos varones a temprana edad se corrompen bajo la opulencia dejando a su paso trayectorias de desmanes impunes.

Limari y Efés enferman y caen en estado vegetal. La fortuna, como era de esperarse, en manos de sus dos monstruos inmersos entre el letargo mental y la agresividad, vuela hacia la ruina. La mas pequeña, Cristal, apenas cumplía 14 años. La situación económica obligó a los Asari a refugiarse en la Sierra Norte de Puebla. Debido  a circunstancias geográficas y destinos por demás encaustos, compran la casa situada entre pequeños poblados, montañas y uno que otro llano abierto.
           
La ubicación de cosas y cuartos fue espontánea, concreta y muy duradera, inclusive hasta para los padres que fueron llevados a la bodega para que terminaran de extinguir su vida.

            -Estos pobres vegetales, ni piensan, ni nos ayudan, así por respeto los pondremos como  adorno y digan que les fue bien le decía Simar a Jadeo.

            -Oye Simar, pensándolo bien haremos de la sala y la cocina un cuarto donde llevemos a cabo nuestras sesiones sexuales.

            -Y con qué, ¿con animales?

            -No seas idiota, ¡ve!, nuestra hermanita está algo desarrollada y si no hay alguien que la aproveche, no habrá quien le enseñe el camino del verdadero placer.

            -Tienes razón.

            Limari y Efés escuchaban con asco las expresiones degeneradas de esos pedazos de carne a quienes con tanto amor habían traído al mundo. Sin embargo sólo podían gritar en sus adentros. Su agonía se disolvía en el silencio, como plegarias ahogadas en el vacío de la irrealidad.

            Al paso de 3 semanas, la casa estaba hecha un desastre; botellas de licor tiradas por todas partes, los muebles triturados por el juego sexual que a diario cometían los hermanos sobre el pequeño cuerpo de Cristal, algunas ventanas rotas y una gran cantidad de insectos que invadían la bodega donde se encontraban sus padres en estado putrefacto.

            Lo único bello que puede admirarse entre tanta desgracia decía Cristal es cuando la lluvia de libélulas se pierde entre jazmines y pinos.

            Para cuando Cristal cumplió 18 años, la casa junto con ella estaban irreconocibles. Su cuerpo se encontraba desvanecido debido a falta de alimentación y constantes ultrajes; sin embargo ello no le impedía alimentar a sus pájaros que al paso de los años habían construido un sin número de nidos. De hecho no había distinción entre los dos pisos de la casa; la parte de abajo la habitaban animales ahogados en su propio salvajismo, arriba, otros aventajaban la madera.

            Todos los días, Cristal correspondía la presencia de los pichones cantando y ofreciéndoles migajas de alimento. Cierta noche, a falta de comida, Simar intentó matar unos cuantos para saciar su apetito, Cristal, con una furia inesperada cogió una varilla oxidada y se la clavó en la boca del estómago al mismo tiempo de enfatizar su enfado  Podrás hacer de mí lo que quieras, pero a los únicos que han visto verdaderamente mis heridas y han logrado cicatrizarlas, nunca.

            Al escuchar los gritos, Jadeo, para variar borracho, subió enseguida; sin embargo no le dio tiempo de llegar al cuarto escalón, cayó por la borda del barandal  de camellos y se encajó entre las botellas rotas con las que castigaron en varias ocasiones el rostro de Cristal.

            Me dirigía a Soledad, (un pueblo de 15, 000 habitantes) al mismo tiempo del escándalo. Tenía que entregar una nota novedosa para el periódico “ El Sotaventito”, fue en ese preciso momento que entré a inspeccionar la casa, encontré parte de lo relatado hasta el momento, Limari y Efés en estado de putrefacción, Jadeo muerto entre sus botellas, Simar vomitando y chorreando sangre en el mismo lugar donde fue degollado Espinosa. ¿Y Cristal?, a Cristal le lavaban la sangre los pichones, le cicatrizaban las heridas las palomas justo al picarle la piel, le formaron una corona con restos de nidos, y en una fracción de segundos que me distraje para ayudar al pájaro atorado en los ventanales se la llevaron. Se la llevaron y a mí me despidieron del trabajo por contar fantasías en vez de notas informativas de relevancia. No me quedó otra más que quedarme con ésta casa. Si algún día especulan que morí de locura y no de cáncer pulmonar, no me importa, sólo sé que por primera vez en mi vida puedo atribuir ciertos aconteceres humanos a animales.

El monólogo discreto de Calígula

EL MONÓLOGO DISCRETO DE CALÍGULA.

            Podría decir que mi vida corre peligro, podría ser el hombre más bondadoso que haya existido, podría, inclusive, ser el único césar bendecido por el imperio; pero mis semejantes no son más que una razón derivada de los abortos del fango, muñecos destazados por su propia mano: se hacen llamar políticos y no conocen siquiera a su familia, se dicen propios del discurso y no pueden siquiera convencer a una tortuga.  Mi tortura es prematura y mi conciencia desigual. Aquel hombre que piensa que el universo es un sostén de dioses y el caballo el portento del omnipresente, permítame decirle que su corazón, al igual que su cabellera, retumban en pesebres y no en sillas doradas. Para ser un verdadero césar hay que demostrar que la sangre es el color de la actitud, la vida misma representada en el miedo, hay que escupir a los dioses para que ellos no nos arrullen, hay, por toda lógica, que estar encima de cualquier palabra adulada y de todo intelectual desafortunado.

            El senado juega con el emperador, éste último con las legiones y la milicia con los peregrinos. Para estar con el senado hay que manejar la demencia con pericia y fingir conocer las leyes ante los incrédulos, para ser emperador sólo se necesita de circunstancias, para  ser un militar se debe uno de separar del cariño de la familia y cualquiera que procure el cariño de su familia puede ser un peregrino; es decir, un tonto que desprecia a otros de su misma condición.

            En Roma sólo existen jerarquías y eso es despreciable. Yo me adoro demasiado como para decir que soy desafortunado, por tal motivo, así como deshonro a cualquier criatura, puedo despreciar a los de mi alcurnia y a los del senado. Qué no se ha dado cuenta el mundo que Roma es el principio de toda decadencia. Toda civilización sucumbe por fuerza propia. Asimismo, y será el caso, deberé ver a un griego fornicar con un persa, a un egipcio azotar a un asirio, a un fenicio construir grandes puertos con un egeo y a un césar cabalgando con su miserable clámide protegido por ancianos y matando a mujeres después de desprender su piel.

En ésta tierra de grandes genialidades y de espirales de sangre, el hombre se juega su honor en bosques de mudos como fieras vacilantes que amenazan el hambre con sus pasos. Este es mi monólogo discreto, el primero que pronuncio y el último que escuchará Drusila en su locura antes de que muera. No procuro los monólogos, pues nada me lo quedo, éste es especial porque precisamente por ser discreto será eterno como Germánico, el ladrón de la lucidez.

            Un instante, un solo momento dejo de ser césar y me castigan. Mi suerte no pudo ser mejor, no pudo vanagloriarse tanto con el enraizado duelo del águila. Cuantas veces no construí puentes, cuantas veces no llené de castigos al senado, cuantos hombres no se salvaron del hambre con la muerte, cuantas veces no di crédito a los habitantes de Roma desterrando las loables orgías. Cuándo me agradecerán por haberlos desnudado de la estupidez desapareciendo las imágenes de Virgilio y Tito Livio. Ahora me ven como una angarilla despostillada, como a un simple y tierno faisán rodando por el circo.  

            No puedo permitir que Tito Livio y Virgilio llenen de pedestales a los intelectuales por la llana explicación de que sus argucias envenenan la verdad y construyen caminos de odio entre ciudades. El simple hecho de considerar a un artista o a un literato la cúspide del ingenio es síntoma de monotonía y eso perturba la real voluntad de las personas, por ende, no deben existir argumentos que sigilen malignamente en los albores de la creación común. Nadie es perfecto y sólo yo puedo hacer que los demás sean perpetuos con las libertades otorgadas.

            No puedo permitir que los pobres vivan, pues ellos fomentan la ruina sentimental y la pereza productiva.  Deben, por tales circunstancias, morir bajo el yugo radical, dejarlos vivir entre trabajadores es permitirles constituir el caos y ello no corresponde a la salud romana. Deben morir hombres, mujeres y niños que sirvan a los promiscuos, debido a que estos últimos se denigrarán por mi cuenta, y una vez muerto yo, no habrá escorias que persigan a criaturas ingenuas que deambulen ante los ojos de sus padres. El mal se elimina con el mal: si se matan primero a los políticos promiscuos, sus servidores serán los próximos en conservar la moral muerta, mejor que la bestia llegue a mí, ella se arrepentirá besando mis pies después de que degüelle y haga que el pueblo beba sus coágulos mortales.

            Los ciudadanos piensan que estoy loco y que soy un desconocedor de los alcances del poder que me compete. Primeramente, ellos desean cambiar sus platos de agua con sal por uvas y eso no es mi culpa, cada quien muere y vive conforme a sus circunstancias, yo sólo ordeno y firmo papeles, los demás que hagan su trabajo. Para ser un loco se necesita ser un genio y un dios al mismo tiempo, un genio que sepa entender a la gente y un dios que sea un omnipresente para hacer valer la ley, yo soy un dirigente que debe conocer el arquetipo lícito del espíritu del imperio como el culo de cualquier mujer. ¿Por qué se niegan  y por qué se engaña todos? Se niegan por la llana razón de querer estar adscritos a la bonanza vitalicia y se engañan por no conocer la estructura que los gobierna. El vulgo no debe conocer la estructura, sino respetarla como me deben de adorar a mí. Sólo piensen que yo soy el único que los puede salvar. Soy el enviado de dios porque así piensa Roma, cuando en realidad fui elegido porque Roma está loca y no hay más remedio que intentar conocerla. ¡Que así sea el gusto de la virtud, que así sea el gusto mío!

            En éste mundo no hay intelectuales, sólo retóricos, tampoco buenos gobernantes, sino un ejército salvaje, y mucho menos una civilización grandilocuente, sino ideas que perduran con base a la explotación física y mental. A quién quieren echarle la culpa de su desgracia. De mi parte no hay inconvenientes, si una emasculación pudiera dejar en brazos pacíficos al vulgo, yo mismo cedería a tal condena; pero los buenos inteligentes sabemos que el afortunado vino es dañino  para los estúpidos. Que nadie me vea como dicen que soy; espero que algún día alcance un poco de su razón y entienda que sus esperanzas son las únicas que los puede salvar de la tristeza. Y qué es la tristeza sino pedazos de piedra con vida, rostros amargos encerrados en el pasado, vivas cadenas de desprecio hacia los malos eventos, un descontrol emocional que nos vuelve impotentes. Aquellos que desean la tristeza como vida es preferible que mueran y aquellos que piensan que estoy loco es preferible que permanezcan en su tristeza.

            Me acuerdo cuando las gotas frías que se filtraban entre el sudor de los militares se adormecían en mi espalda; era como soportar el peso de una enorme piedra. Vi tanta sangre que ni ella misma bastó para que mis preceptos desencadenaran el bien. Éste último viene siendo como el papel y la tinta para el analfabeta. ¡No es bueno conocer a inocentes, es de inteligentes abusar de su condena sabiendo que el inteligente es la persona que aprovecha las circunstancias del prójimo para emborracharse de miedo! Nadie tiene miedo y sin embargo se le teme a la bondad. Caminamos por voluntad y morimos por desconcierto.

            Las gotas frías están en mi espalda. Drusila me espera en la cama desnuda y con acompañantes. Voy a saborear su piel como nunca para conducir por el buen camino a sus conciencias. Que me quemen como quieran que la ceniza de los copales está disuelta con las gotas frías. ¡Padre, te dedico esta ofrenda orgiástica!, creo que es lo último que quisiste ver mientras odiabas a Tiberio.